El cambio
Los días que siguieron al encuentro a tres bandas fueron duros, raros y desconcertantes para Manu.
No podía apartar de su mente la imagen de su amada llegando al clímax con los envites de un amante mucho más dotado que él pero también recordaba el disfrute que ese falo de obsidiana la había producido pese a no haber podido culminar con un orgasmo.
Cuando rememoraba la situación se sentía a veces avergonzado y otras veces excitado y con enormes ganas de repetir la experiencia.
A veces incluso se masturbaba usando un consolador ( de color negro naturalmente ) recordando ese momento y esta vez sí llegaba a eyacular a granel.
Últimamente no visitaba a su novia con tanta frecuencia pues pensaba más en la llegada del fin de semana para ver si podía repetir la experiencia e incluso llegó a visitar al africano con la excusa de recoger las gafas de sol que se dejó allí.
Obviamente la verdadera razón no era otra que volver a estar cerca de ese semental de ébano que le descubrió una forma diferente de sentir placer.
El negro le ofreció una copa que el blanco aceptó de buen agrado y comenzaron una charla informal sentados en el mismo sofá en el que días antes habían hecho de todo menos hablar.
Durante la charla el anfitrión se excusó y se levantó para ir al baño mientras tanto el invitado se excitó al oír como miccionaba ruidosamente pues se imaginaba a esa manguera endurecida descargando su chorro en el interior de su ano y éste se le humedeció.
Estuvo tentado de ir hasta el servicio y sujetársela mientras orinaba al tiempo que restregaba su pene, ya erecto, contra esos firmes cachetes de caoba.
Mas se quedó sentado en el sofá pues pensó que, ya que ninguno de los dos era gay, no tenía sentido intentar hacer nada sin la presencia de Carmen y además el seguía muy enamorado de ella: podía tener pensamientos lascivos y fantasías eróticas pero nunca le sería infiel de de hecho.
Carmen seguía con su rutina habitual con sus labores diarias, pensaba que su compañero la visitaba con menos frecuencia, y sus visitas eran muy cortas, porque estaba celoso de lo mucho que el negro la hizo gozar delante de él y no le faltaba razón pero lo que no podía imaginar era que estaba deseoso de repetir la experiencia.
No podía imaginar que la verga que inundó su cueva hizo lo propio con el ano de Manu y que ambos estaban deseosos de que llegase el fin de semana por idéntico motivo.
Continuará...
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