jueves, 7 de noviembre de 2013

El último superviviente



    Son las 6:15 horas como mi despertador se empeña en recordarme, por las malas, cada mañana con ese sonido estridente que tanto odio pues me obliga a salir de mi letargo protector.
  Años ha, cuando trabajaba, deseaba que llegara el domingo casi más para no tenerlo que oírlo que para pasar el día con mi familia.
  Ahora sin embargo lo pongo cada día sin excepción para una tener una rutina diaria, un horario fijo para dedicarme a mi labor actual: Buscar a otros supervivientes con las primeras luces del alba, pues no es aconsejable estar al descubierto al caer la noche.
  Sobretodo desde que dejó de funcionar el alumbrado automático de las calles puesto que esas criaturas no necesitan luz para guiarse mientras que yo sí y hay que racionar las pilas para la linterna.
  Ellos no necesitan ver porque se orientan por el olfato, pudiendo oler la sangre a distancias imposibles, y cuentan con un desarrollado sentido del oído que les permite percibir las ondas sonoras de un corazón latiendo.

     Me niego a creer que soy el último superviviente pero ya son muchos los meses que llevo sin ver a otro ser vivo y empiezo a desesperarme aunque no quiero arrojar la toalla aun.
  Recuerdo con mucho pesar cuando mi hijo se transformó en una de las primeras criaturas y le tuvimos que encerrar en el sótano pues aun no se sabía si se encontraría una cura.
  Cuando se supo que no había vuelta atrás ya era muy tarde pues en un descuido logró morder a su madre cuando esta le visitaba y ella me suplicó que la matara antes de transformarse y como nunca pude negarle nada así lo hice.
  Les disparé a ambos en la sien y desde entonces cada vez que le reviento los sesos a una de esas criaturas veo el rostro de mi amada esposa, veo sus ojos llorosos implorando por su muerte.
  Mi hijo ya no era él mismo pero ella aun estaba viva, aun no era un caminante por lo que fue un asesinato y no se hasta cuando podré cargar con esa culpa.

     Ahora conduzco mi camioneta, por calles atestadas de seres hambrientos de mi carne y sedientos de mi sangre, parando solo en gasolineras, supermercados y armerías para pertrecharme adecuadamente.
  Al caer la noche busco un piso alto y coloco dinamita en las escaleras para asegurarme de no despertarme siendo mordido y arañado por esos hijos de puta y si alguno hace detonar los explosivos no tengo más que descolgarme por el hueco del ascensor o la ventana con una cuerda.
  Y a seguir con mi búsqueda, no debo rendirme ni perder la esperanza nunca, no debo...
  ¡ Jodeeeeeer ! Era un puto sueño, jejejejejejeje ¡ No me lo puedo creer ! jejejejeje. Parece que anoche cené demasiado y me dormí en el sofá jugando al Resident Evil.
 ¡ Madre mia ! Nunca había tenido una pesadilla tan real, parece que realmente he estado meses viviendo ese sueño... Pero entonces me doy cuenta de que mis manos están manchadas de sangre y que delante de mi hay dos cuerpos inertes.
  Son los cadáveres de mi mujer y de mi hijo, tendidos sobre la alfombra, que antaño fue blanca, teñida de rojo con restos de carne y fragmentos de huesos y sesos.
  Ahora comprendo porque el sueños era tan real, porque no quería despertar, he matado a mi familia y no sé si ha sido un acto inconsciente de sonambulismo o algún tipo de enajenación mental, pues no recuerdo haberlo hecho.
  Lo que sí sé es que preferiría, mil veces, vivir en un mundo de zombis que en esta insoportable  realidad, lo que sí sé es que preferiría no haber despertado jamás, lo que sí sé es que no veo otro camino que meterme el arma en la boca y decirle adiós al último superviviente.





                                                                   FIN

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