LA PESTE
Santiago de Chile, Chile. Febrero.
Celia Herrera acaba de terminar de asearse y como todas las mañanas observa su imagen reflejada en el espejo como si se viera a sí misma por primera vez.
Mira su cabello cobrizo completamente alborotado, quizás debería volver a sostener la rutinaria batalla con su cepillo para llegar a ese equilibrio estético entre el caos y el orden, si tuviera ganas de hacerlo.
Mira sus ojos enrojecidos, cansados y casi sin brillo, sin ilusión y como todas las mañanas se pregunta si tendrá fuerzas para seguir adelante.
Antes de salir del baño su vuelve para volver a contemplar su reflejo y, aunque sus rasgos podrían ser considerados bellos a su edad para la mayoría de los hombres, no se siente a gusto con lo que ve, le disgusta su aspecto y se dice sin hablar: " ¿ Quien eres tú, porque me miras cada mañana ? ¿ Porque estás siempre ahí, desconocida ?
Después de un monótono y obligado desayuno Celia se encamina, siempre por la misma ruta, hacia el hospital donde trabaja como todos los días.
El vivir tan cerca del lugar de trabajo, escasos trescientos metros, suele ser una ventaja pero, para ella, no es así ya que el único camino viable hacia su destino pasa, inexorablemente, por un oscuro, estrecho y maloliente callejón donde las ratas pululan a su antojo.
La repulsión de ella hacia las ratas es tal que podría decirse que se trataba de una intensa fobia mas no recuerda si se debe a una experiencia trumática de su niñez pues su padre no hablaba demasiado con ella. Las visitas que hacía a su cuarto no eran para hablar y su madre tampoco le decía nada cuando estaba sobria, solo la insultaba y golpeaba cuando bebía.
Lo que sí recordaba es que cada noche, al irse su padre tras dejarla manchada de sudor y semen, se sentía muy sucia. Suciedad que nunca desaparecía, ni siquiera al bañarse aunque pasara horas frotándose con un estropajo hasta arrancarse parte de la piel.
Otros niños creían el Ratoncito Pérez pero ella no. Ella se inventó su propio personaje el Señor de las Ratas. No era su padre quién le hacía todo eso era el malvado Rey de las Ratas.
Años más tarde siendo ella una adolescente mamá ingresó en un centro psiquiátrico con la mente derruida por el alcohol y papá murió a consecuencia de un colapso respiratorio, al menos eso fue lo que dictaminó el forense... En realidad, su asfixia fue originada por una bolsa de plástico con la que Celia tapó su rostro hasta que él dejó de retorcerse.
Pero ella no recordaba haber hecho eso, sus recuerdos eran un poco caóticos y lo que recordaba, quizás lo que quería recordar, era al Rey Rata ahogando a su querido papá, rodándole el aliento con su enorme hocico de roedor.
Al llegar a la entrada de personal interno sus cavilaciones sus recuerdos se esfuman pues ahora está en su verdadero elemento, su verdadero hogar.
No eligió la carrera de enfermería por humanitarismo ni por vocación, ni siquiera por tener un sueldo, más o menos, asegurado. Lo hizo simple y llanamente por su odio corrosivo y visceral hacia la humanidad.
El ver como microorganismos, invisibles a simple vista, destrozaban cada día a la auto proclamada especie superior del planeta le hacía sentirse feliz. ¿ Y que mejor trabajo que el suyo para poder ver a hombres, mujeres y niños abatidos por la enfermedad. Muriendo a causa de heridas a veces producidas por otros miembros de su misma especie ?
Doce horas pasan demasiado rápido cuando te estás divirtiendo tanto y para Celia Herrera estar rodeada de sangre, sufrimiento y dolor era el culmen del divertimento.
En ocasiones, hubo de abandonar su participación en una urgencia con la excusa de sentirse mal y tener que ir al baño mas la verdad era bien distinta, no era una indisposición lo que la hacía buscar refugio en le lavabo sino todo lo contrario: Era la inminente llegada de un orgasmo múltiple. Por otra parte era la única forma de sentir placer que tenía, nunca tuvo amantes en su vida adulta y odiaba cualquier contacto físico.
Pero no todo era perfecto para ella en su trabajo pues debía intercambiar palabras con sus compañeros de trabajo incluso fingir alguna sonrisa y eso le asqueaba. De hecho le asqueaba toda relación con gente que estuviese sana...No le gustaban ni personas ni animales ni plantas solo virus, bacilos, bacterias, etc.
Acaba la jornada y Celia debe marcharse pues no tuvo suerte y no pudo hacer doble turno. Es hora de volver a casa y reponer fuerzas para mañana volver a su paraíso privado pero antes está el callejón, ese maldito callejón y sus sempiternos moradores.
Esa noche Celia nota algo extraño: no hay ninguna rata ! Algo que debería alegrarla, dada su fobia pero en vez de eso le perturba.
Algo va a pasar, algo anormal y como dando sentido a sus tribulaciones aparecen las ratas de repente en oleadas como una marea gris.
Surgen de todas partes, de todos los sitios posibles: de las alcantarillas, de las puertas y ventanas de mugrientos edificios abandonados hace décadas y de las grietas del asfalto y las paredes, grietas que son cicatrices dejadas por las heridas del abandono y el olvido.
Mas las ratas no se mueven de forma desordenada ni caótica. sino que lo hacían como un pequeño ejército perfectamente disciplinado que seguía órdenes de un general invisible, rodeando a la mujer paralizada por el horror, formando círculos con gran velocidad y precisión hasta cercarla por completo.
Se cuentan por centenares, quizás millares y los círculos de su formación se van estrechando hasta llegar a establecer contacto con la mujer.
Celia ya no puede mover ni un músculo, ni siquiera intentarlo, solo puede notar como los roedores suben por sus piernas rápidamente, hasta cubrirla por completo como una segunda piel dejando al descubierto solo sus ojos.
" Debería estar a punto de desmallarme de puro pánico " - Piensa Celia pero lo cierto es que no es así, percibe una extraña sensación que desconocía hasta ese momento pero no se parece al miedo.
Entonces se percata de que es la única sensación que nunca ha experimentado: Amor. Sí, es amor, amor maternal como el que nunca tuvo, amor maternal hacia esas criaturas que acarician su piel y la aíslan del mundo, que la hacen sentirse segura.
Por primera vez desde que tiene uso de razón se siente en armonía consigo misma.
Respira hondo, traga saliva y pierde la mirada en el infinito hasta que algo se cuela en su campo visual, algo con apariencia humana...
Aparenta ser un hombre pero ella sabe que es mucho más que eso, es alto con pelo largo y oscuro, su figura es esbelta y por algún motivo no puede distinguir sus facciones a pesar de estar muy cerca de ella, si no fuera porque es imposible diría que no tiene rostro.
Su presencia en poderosa, emana energía vital a borbotones, parece más un flujo de energía que un ser material y parece tener poder para hacer cualquier cosa.
Habla y su voz está a caballo entre un dulce susurro y un poderoso bramido, de una claridad cristalina. Habla en un lenguaje no humano pero que ella puede entender aun si saber como ni porqué.
- " Te he elegido a ti mujer porque naciste para esto y ahora vas a renacer en tu verdadera encarnación. Desde este preciso instante la falsa identidad de Celia Herrera ha dejado de existir: Ahora eres La Peste. " -
Fin de la 1ª parte
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