viernes, 2 de agosto de 2013
La pequeña huérfana ( 2ª parte )
La Sra. Parks
La sra. Parks tenía una gran dedicación a las tareas del hogar, no es que le gustaran demasiado sino que padecía más bien un trastorno compulsivo por el orden y la limpieza.
Solía pasar gran parte de su tiempo fregando hasta dejar reluciente la cocina, el baño, el comedor, los dormitorios y en especial el quirófano instalado en el sótano de su casa, en el cual ayudaba a su marido a practicar abortos ilegales a adolescentes tan temerosas de la bronca paterna que no dudaban en gastar sus ahorros y arriesgar su salud para evitarla .
El Sr. Parks no era médico ni siquiera enfermero sino carnicero en el mercado de la 5ª avenida. Sus rudimentarios conocimientos en dicha materia eran heredados de su madre abortista por vocación y le servían para engordar su cuenta corriente.
No era un mal negocio ni era tan arriesgado como se podría pensar pues cuando algo salía mal y la chica se desangraba hasta morir la dejaban en una cuneta sabedores de que nadie conocía la existencia de ese quirófano clandestino.
No tenían demasiado miedo que les cogieran pues la policía buscaba, en estos casos, personas con conocimientos médicos no a un carnicero y a su abyecta esposa y si la operación salia bien contaban con la discreción de la chica pese a que en muchos casos quedaban estériles de por vida: " Deberíamos cobrarles un plus por hacerles ese favor, por el dinero que se ahorraran en futuros abortos y dinero que dejamos de ganar nosotros "
Solía comentar con su marido en dichos supuestos, el cual se reía ante la desmesurada ambición de su esposa aunque no le faltaba razón pensaba para sí.
La Sra. Parks descansa en el sofá leyendo el New York Times pensando que el mundo ya no es lo que era, que todo se va a la mierda: asesinatos, guerras a pequeña escala por todos los lugares del mundo, atentados terroristas e incluso un funcionario de correos, o lo poco que quedaba de él, hallado en su cama a pocas manzanas de allí devorado por una criatura desconocida.
Su descanso y sus meditaciones se ven interrumpidas por un gemido que parece venir del sótano lo que la impulsa a tirar el diario y ponerse en pie de un salto como movida por un resorte.
Se arma con un rifle de caza y baja con cuidado pero con diligencia esperando encontrar algún animal que ha errado gravemente al escoger su casa para invadirla.
Espera encontrar un mapache o un gato, incluso una ardilla pero desde luego no esperaba encontrar una niña pelirroja de ojos almendrados, sentada en la mesa de operaciones, mirándola sin ninguna muestra de temor.
Esta casi desnuda, apenas cubierta con algunos harapos, por lo que piensa en primera instancia que se trata de alguna cliente pero no aparenta más de diez años y no ha oído el coche de su marido llegar.
Su blanca piel está llena de churretes y huele a cloaca por lo que piensa que se habrá colado por el conducto de ventilación o algún desagüe:
- ¿ Qué haces aquí, pequeñaja ? ¿ Te has escapado de casa, alguien te busca ?
- Tengo hambre, mucha hambre.. ¡ Necesito comer ya ! - Respondió la niña.
- ¿ Ah, sí ? Pues tengo noticias para ti mocosa en esta casa nada es gratis, tendrás que ganarte el pan pero no te preocupes conozco a un par de tipos que pagarían una buena suma por desflorar a una pecosa como tú.
La sra. Parks se aproximó a ella, dejando el arma contra la pared, para examinar bien la mercancía.. cuanto más guapa fuera más dinero sacaría.
Le aparta la desgarbada melena para poder ver su rostro mas solo ve una boca descomunal que le ocupa casi toda la cara y se asemeja a un triturador de basuras gigantesco.
En cuestión de segundos el pecho izquierdo de la mujer es arrancado, en su totalidad, de un mordisco y apenas ha empezado a gritar de agonía cuando le es arrancado el derecho.
Mareada y a punto de entrar en estado de shock se deja caer hacía atrás consciente de que la abundante pérdida de sangre le hará perder la consciencia en breve. Esa maniobra le permite caer cerca de la pared para poder asir el rifle que pensó que no necesitaría y desde el suelo efectúa varios disparos que yerran en el blanco.
Al bajarse de la mesa la niña cae sobre sus manos y pies de un salto de dos metros salva la distancia que le separa de la mujer cayendo sobre el cuerpo empapado en sangre de su presa con la velocidad de un guepardo.
La sra. Parks ha tenido la suerte de perder el conocimiento y no siente como esos dientes como cuchillos le trituran la cara y una lengua parecida a un tentáculo carmesí con ventosas en su punta le saca los ojos de sus cuencas, le arranca las orejas y los labios y sigue devorando y devorando...
Poco después Patricia Ellen Parks ya no tiene vida y la pequeña bestia de aspecto infantil ya no tiene hambre... aunque volverá a comer en breve.
Fin del capítulo dos
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario