Martín era un estafador de poca monta. Nunca había dado un palo al agua, se dedicaba a embaucar a solitarias viudas octogenarias. Mujeres con la cuenta corriente llena y el corazón muy vacío.
Utilizaba sus dotes de seductor, su labia, su acento argentino más su aspecto de latin lover, su físico su cuerpo trabajado en gimnasias y clínicas de estética. Eran sus armas de trabajo, a sus 42 años pocas mujeres se resistían a sus encantos, independientemente de su edad.
Mas a él solo le interesaban las muy ricas, muy solitarias y muy viejas. Más fáciles de de manipular, con más necesidad de sentirse especiales y dejarse engañar. Cuando había desviado suficiente dinero de las cuentas de sus víctimas hacia las suyas, en diferentes bancos de distintos paraísos fiscales, las asfixiaba con su propia almohada. Se marchaba sin dejar rastro alguno de su presencia ni en sus casas ni en sus vidas. A nadie le sorprendía que una anciana muriese de un paro cardíaco, nadie hacía preguntas ni se realizaba autopsia alguna. Siempre tenía el equipaje preparado así como varios pasaportes con distintos nombres a mano.
Esa noche acababa de realizar un trabajito que le reportaría pingües beneficios y se disponía a llamar a la compañía de taxis. Cuando encontraran el cadáver ya estaría en una tumbona bebiendo margaritas en alguna playa caribeña. No había terminado de marcar el número cuando apareció un taxi como caído del cielo. Le silbó e indicó, por gestos, al conductor que le abriese el maletero. No había podido ver al taxista hasta que no se apeó del vehículo y se quedó maravillado al contemplar a la mujer más bella que había visto jamás.
Era una bellísima joven de hermoso pelo encrespado, rubia como la cerveza, de brillantes ojos azul celeste. Al abrir el maletero e introducir sus maletas Martín pudo deleitarse con la visión de su esbelta figura. Una falda muy corta dejaba al descubierto unas preciosas piernas de piel tersa y rosada, unos muslos de ensueño. Una ráfaga de viento furtiva le permitió descubrir las perfecta curvatura de sus nalgas, apenas cubiertas con un diminuto tanga. Era una diosa nórdica, sin duda. Una valquíria de extraordinaria belleza.
Una vez en el interior del taxi Martín le indicó su destino:
- Al aeropuerto señorita, lo antes posible.
- De acuerdo señor ¿Le importa si pongo algo de música ?
- Claro que no, me gusta la música como a cualquiera
Pero eso no era música, pensó él al oír el " Ram it dawn " de Judas Priest. Además sonaba demasiado alto, para su gusto, haciendo que el tema rockero le pareciese, aún, más caótico.
El taxi se desplazaba a una velocidad que parecía aumentar a cada metro, la música aumentaba de volumen a cada segundo. El aire condicionado daba paso a la calefacción cuya temperatura se elevaba progresivamente.
" Deben ser mis nervios, me estaré poniendo enfermo, esa estúpida vieja me habrá contagiado algún virus "
Pensó Martín, pero lo cierto es que estaba empapado en sudor, la frente le ardía, la cabeza parecía que le iba a estallar en mil pedazos, se sentía débil y mareado. Empezaba a respirar con dificultad y debía estar delirando porque lo que contemplaban sus ojos era imposible: La bella joven seguía con sus dos manos sujetando el volante, su camiseta descubierta por detrás le permitía contemplar su bonita espalda moteada de lunares pero, al mismo tiempo veía su cara frente a él.
Su cabeza había girado 180º y le miraba directamente mostrando la más dulce, a la par que terrorífica, de las sonrisas inimaginables.
" Verás Martín, permíteme que te tutee, no te estás volviendo loco ni te estás ni te estás poniendo enfermo. Tampoco te estás muriendo porque ya lo estás. La Sra. que fue tu última víctima no era tan confiada como las otras y se percató de tus intenciones. Contrató un detective y averiguó cosas muy esclarecedoras sobre tu pasado. Mientras cenabas vertió un potente veneno en tu comida, que gracioso no ? Tú pensando en comer lo más ligero posible para ir prontito al dormitorio a matarla y era ella la que te estaba matando a ti Tu cuerpo yace sin vida en su casa y es tu espíritu el que está aquí ahora. En cuanto a mí solo soy una mensajera, una encargada de transportar almas al infierno que será tu próximo y definitivo destino "
Epílogo:
Carlos era un delincuente habitual que se había pasado toda su adolescencia entrando y saliendo del reformatorios hasta que, cumplida la mayoría de edad, comenzó a frecuentar la cárcel.
Robaba coches, motos, hacía alunizajes, arrancaba bolsos dislocando hombros y caderas sin pudor alguno, traficaba con drogas y actuaba de chulo de varias mujeres.
No dudaba en defender su territorio a navajazos si era preciso. Como esa noche en que otro proxeneta pretendió colar a algunas chicas en su zona. No estaba dispuesto a permitirlo y le dio su merecido en forma de puñalada mortal en el corazón. Él también resultó herido en el abdomen, la herida era un poco fea pero estaba vivo y su oponente no. Paró un taxi que apareció en el momento justo y a pesar del dolor que sentía no pudo evitar fijarse en la extraordinaria belleza de la conductora. Pensó que con una chica así a su servicio se triplicarían sus ingresos.
- Al hospital más cercano, rubia, A urgencias.
- En seguida señor. ¿ Le importa si pongo algo de música ?
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