lunes, 15 de julio de 2013

Apocalípsis ( Parte II )


                                                  EL HAMBRE


Hanoi, Vietnam. Marzo


     La habitación de Liu Keng estaba a oscuras, como siempre lo estaba, a pesar de ser de día. Mantiene las artesanales persianas de bambú, de su modesta cabaña, bajadas tratando de alargar la noche, de retrasar la llegada de un nuevo día.
  Busca huir de la realidad cotidiana tratando de crear una ilusión, una fantasía en la que no tenga que preocuparse por la falta de alimento, la falta de empleo y sobre todo la ausencia de su amada esposa.
  A él le gustaría pensar que su adorada Mao Len se fue a causa de aquel fatídico accidente que le costó la pérdida de sus piernas pues es evidente que cuesta mucho más salir adelante, en una aldea pobre de un país que fue devastado por una guerra, estando lisiado.
  Que le abandonó al ver mermada su capacidad sexual no solo en lo físico sino también en lo anímico, que se busco un hombre que sí pudiera complacerla en todos los aspectos mas no fue así.

     Se querían, se amaban con locura, se necesitaban pero los sentimientos  son difíciles de mantener cuando te faltan necesidades básicas: " El amor sale por la ventana cuando el hambre entra por la puerta ". Cuando el hambre te corroe las entrañas es complicado charlar, comunicarse, abrazarse, besarse, sonreír, decir te quiero...
  Lo único que les mantenía unidos era la preocupación por el bienestar de su hija de seis años Rae pero cuando ésta murió, víctima de una anemia que se complicó por carecer de las vitaminas y minerales esenciales para el organismo humano, se abrió un abismo entre ambos y Mao Len no tuvo fuerzas para seguir en esa casa junto a lo que quedaba de Liu.

     El hambre también fue la causa de su minusvalía, de su desdicha locomotriz. Ocurrió durante la estación de las lluvias, una época bastante azarosa para encontrar empleo como jornalero en las haciendas de los poderosos del lugar.
  Tras haber recorrido muchas millas en su añeja bicicleta, buscando alguna persona que le pudiera proporcionar unas monedas o algo de comida a cambio de su esfuerzo, volvía a casa abatido preocupado, no por su dolorido estómago, sino por la desilusión que vería en el rostro de su mujer e hija. 
  Nunca le reprochaban nada pues sabían que hacía todo lo que podía pero el ver la decepción en sus rostros era algo terrible para él.
  Al pasar por la ciudad pensó que quizás podría humillarse para obtener alguna limosna de algún turista pero no fue eso lo que hizo pues el destino, dios o el diablo tenían otros planes para él.

     Se encontraba en la puerta trasera de un restaurante de cierto lujo para turistas cuando vio lo que creyó era los solución a sus males: Una caja repleta de comestibles frescos.
  Había de todo cereales, verduras, aceite de soja, pescado...  Quizás no pudiera cargar con todo pero sí con lo suficiente para que los rostros de sus amadas se  iluminarán de ilusión y agradecimiento en vez de la  tristeza y decepción habituales.
  El plan era simple: entrar rápidamente, coger todo lo que pudiera cargar y salir pitando con su bici perdiéndose por callejones oscuros hasta llegar a las afueras y huir campo a través.
  Mas las cosas no salieron demasiado bien pues en el instante que, una vez dentro del local, sus manos asían las provisiones apareció un enorme hombre asiático, ataviado con un delantal blanco y armado con un descomunal cuchillo, con una aterradora expresión homicida en su rostro.
  " A la mierda con la bici, tengo que salir corriendo con todo lo que pueda llevar ya " - Pensó Liu y echó a correr todo lo rápido que pudo por su vida, por su familia.

     Los hechos acaecidos a continuación no están claros en la memoria de Liu. Recuerda los gritos del enorme cocinero, los latidos de su propio corazón resonándole en los oídos.. Recuerda el sudor resbalando por su cara y a sus músculos quejándose por el esfuerzo  el bombeo incesante de adrenalina martilleando su cabeza... Y recuerda el sonido de un trueno, el resplandor de un relámpago, un calor abrasador..Recuerda su cuerpo cubierto de tierra y trozos de metal y sangre, mucha sangre y sobre todo recuerda que intentó levantarse, antes de perder el conocimiento, y no pudo pues no tenía con qué.
  Despertó horas más tarde en la cama de un hospital como paso previo a su ingreso en prisión... Lo primero que recuerda son las paredes de la habitación agrietadas por la humedad  los ojos enrojecidos de su mujer y su hija mirándolas desde el otro lado de un cristal junto a dos policías.
  Y sobre todo recuerda la sábana, en otro tiempo blanca, que trataba de ocultar que había perdido parte de él.
  El hambre, la necesidad habían sido los culpables de lo que acababa de perder y de los que perdería a continuación... El hambre, siempre el omnipresente hambre.

     Liu lleva cuatro noches y cuatro días sin moverse de la cama, en su pequeña cabaña que ahora se le antoja tan grande, sin comer sin beber hastiado de tener que luchar contra la necesidad, contra el hambre y contra la vida.
  Sin las mujeres de su vida ésta carece de sentido y espera que la deshidratación le mate pues sería una forma de vencer al hambre, al final él ganaría moriría pero no de hambre: la sed le mataría y vencería a la hambruna en su última batalla.
  Pero una vez más los planes de Liu se iban a frustrar: Con un destello de una luz tan intensa que daño sus ojos a través de sus párpados cerrados hizo acto de presencia alguien o algo que no era de este mundo.
  Del mismo modo que sentía la intensa luz a pesar de sus ojos cerrados " oyó " una voz que penetraba directamente en su cerebro, obviando el canal auditivo:

 - " Liu Keng tus fuerzas están volviendo, tus piernas vuelven a crecer. Este es un renacimiento pues ya no eres la persona que eras, de hecho ya no eres una persona: Eres La Peste- " -


                                               Fin de la 2ª parte
   

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